...un turbulento código de expresión musical y unos textos ambiguos pero sumamente sugerentes e incluso nihilistas...
Por Jorge García.
Sin desviarse abruptamente del habitual planteamiento musical acometido en precedentes ocasiones, el tercer disco en formato de larga duración publicado por la firma bilbaína Sonic Trash y titulado "King Kong Party", insiste en ciertas y conocidas premisas sónicas y estilísticas que hacen del estilo y sonido propio de su marca una suerte de denominación de origen sonora que arrastra su propia idiosincrasia.
El caos controlado que no delimita fronteras (y si éstas existiesen, son tan difusas que sus contornos pasan desapercibidos) entre diferentes etiquetas musicales, unido a un turbulento código de expresión musical y unos textos ambiguos pero sumamente sugerentes e incluso nihilistas, podrían ser algunos elementos que formen la base sobre la que construir un comentario más o menos explicativo, que pueda hacer entendible el pliego de condiciones que extiende ante el oyente la banda capitaneada por David Hono.
Se sumergen en influencias ochenteras/noventeras que llegan de la mano de referentes como Sonic Youth o The Jesus and Mary Chains, recogiendo la neblinosa atmósfera underground de la Velvet o del garage crudo de The Sonics, sonidos que terminan orillando en las huracanadas y belicosas estructuras eléctricas del punk de Detroit, sumando a todo ello un carácter propio. Con esto, y seguramente algo más que se insinúa sin prestarse al protagonismo, se construye un sonido tan inquietante y abrupto (dentro de su particular lirismo) como el de Sonic Trash.
Pero un disco de Sonic Trash exige una vuelta de tuerca más y en este caso no va a ser distinto, ponen el microscopio en detalles semi-ocultos para darles un mayor relieve y buscan nuevos emplazamientos o lugares sónicos más espesos e incluso narcóticos, alternando momentos de delirio sónico con parajes mucho más confortables y tranquilos.
Buscando la conjunción entre la historia de la banda y la radiante novedad, en este tercer álbum, aportan ciertas dosis de psicodelia y un tono oscuro que recuerda a Tom Waits o Screemin Trees, que certifica un entorno más envolvente y cetrino que en anteriores discos, amén de pausado y tal vez, viscoso.
Todo este engranaje expuesto se expresa en tres idiomas, a saber: euskera: "Kalamity, (zure zapore berria)", inglés: "Orient ltd" o la magnífica "Sexy bass" entre otras y en castellano, donde el empate con Lagartija Nick se hace más evidente, con algunos temas ya clásicos en sus conciertos como "Bilbao speed city" o "Acelerado" donde abordan sin ambages el mundo de la noche y las substancias.
Se podría incluso añadir el alemán a la lista de lenguas utilizada para construir "King Kong Party" si ponemos la lupa en los coros en este idioma que unas límpidas voces alevines entonan en esa especie de nana deconstruida que es "Alma caníbal" y que cierra a golpe de sonidos acústicos el álbum. Sin olvidar algunos de mis momentos preferidos del disco como las evolventes "Amarcore" y "Amnesia" o la trepidante locura de "Cortes" y el discurso industrial de "Kamazotz".
Hacía tiempo que tenía pendiente (conmigo mismo) la reseña de este disco, posiblemente mi preferido de Sonic Trash y en el que el grupo bilbaíno hace del riesgo un argumento de crecimiento y autodeterminación.


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