Ocho temas que se adaptaban al metal de la nueva voz solista, una construcción sónica que ya era célebre en el mundo del metal y la perfección melódica de cada uno de las canciones...
Por Jorge García.
Tal vez pueda parecer que el día de Jueves Santo no es el más propicio para hablar de un disco como el que hoy nos ocupa. Los demoníacos Iron Maiden publicaban en el año del Leviatán de 1982 su tercer álbum al que titularon "The Number of the Beast".
Más que siginificativo para el disco y para el devenir futuro de la suerte del grupo fue la incorporación de Bruce Dickinson como vocalista de la banda. Paul Di'Anno ofrecía una vocalidad más densa y oscura, mucho más proclive y coherente con la intencionalidad épica y viscosa de los Maiden, pero pecaba de descontrolado y no le faltaban problemas tangenciales a su papel como cantante de rock.
Dickinson arrancaba (y arranca) notas y tesituras con un timbre lírico y heróico, mucho más romántico que su predecesor pero sin perder morbo. Voz de poderosa proyección y emisión, con unos agudos que en los primeros años levantaban las testas de la audiencia y que en general ofrecía una estampa de frontman como pocos a lo largo de la historia de este invento.
Vuelve a producir el disco Martin 'Farmer' Brich, siguiendo la estela de "Killers". El resultado es: Ocho temas que se adaptaban al metal de la nueva voz solista, una construcción sónica que ya era célebre en el mundo del metal gracias a tener su propia y característica firma, una auténtica marca de la casa, y la perfección melódica de cada uno de las canciones, convirtieron a "The Number of the Beast" en el definitivo espaldarazo para certificar a Iron Maiden como una leyenda del heavy metal, leyenda que sigue viva más de cuatro décadas después.
Los entornos sufúricos y tórridos de las guitarras de Adrian Martin y Dean Murray, el contundente latido del bajo de Steve Harris que se funde en frenético y disparado diastole con la batería de Clive Burr hacen que las canciones de "The Number of the Beast" corran por las arterias como coches robados por el autopista que lleva al centro del Infierno.
La música de Iron Maiden no carece de belleza lírica, y eso se puede comprobar en pasajes melódicos y estructuras de distorsiones de cuidada textura eléctrica, el poderío de la banda refulge en enardecidos estribillos y riffs musculosos y el caracter de disco mítico lo ofrecen la adherencia que muchos temas se empeñaban en demostrar con las meninges de los oyentes, recordemos "Run to the hills".
Pero tanto el tema de título homónimo, otro himno del grupo, como las sensacionales "Children of the dammed"; la demoníaca (intro incluída) "The prisoner" y su febril riff o mi preferida del lote, el extenso y sublime colofón "Hallowed be thy name" no hacen sino consolidad a "The Number of the Beast" como uno de los álbumes más perfectos y categóricos de la historia - no solo del heavy metal - del Rock and Roll.
Mas que el
ResponderEliminardisco , el
toque que
le dió Bruce,
era su estreno
en el grupo .
La voz de Dickinson dio un giro definitivo a la marca Iron Maiden, eso desde luego.
EliminarSaludos.
Quizá la obra maestra del grupo, aunque el siguiente, "Piece Of Mind" contenga la colosal "The Trooper".
ResponderEliminarUn abrazo, Jorge.
En mi opinión desde el primero de título homónimo hasta "Seventh son of a seventh son" todos los discos son fantásticos. Mis favoritos, junto a este, "Powerslave" y "Seventh son..." pero todos son ciertamente buenos.
EliminarUn abrazo.