Bob Dylan - "Desire" (1966), mi primer Dylan.


Poco, muy poco hemos hablado en esta bitácora de Bob Dylan. Es posible que haya que buscar los motivos en una especie de intimidación que uno siente ante la mastodóntica figura de Zimmerman, o tal vez por la certeza que me atenaza y que me indica bien a las claras que hay voces mucho más duchas que la de un servidor a la hora de acometer la obra y milagros de tamaña figura, o simplemente porque es tanta la tinta derramada en diseccionar la vida y el legado de Dylan que la pregunta lógica es: ¿qué puede aportar a tanta literatura un tipo cómo yo?.

El caso es que tras más de seis años embadurnando cuartillas virtuales, heme aquí presto y dispuesto a acometer la empresa de dejar impronta personal a propósito de lo que significa para mi "Desire", decimoséptimo disco de estudio del nobel Bob Dylan.

Y esto viene a cuento del reciente cumpleaños del inefable Robert el pasado jueves, setenta y siete castañas, y como dice aquél, en la batalla. Felicitaciones y homenajes no faltaron el pasado 24 y éste, que viene con retraso, no pretende sino ser uno más, modesto y para los íntimos.

Tenía que ser "Desire", me explico: Cuando dejé atrás la escuela, o si lo prefieren la EGB, y entré en el instituto, en la puerta de éste quedaron muchas cosas que traía de la niñez y que no parecía que fueran a tener demasiado espacio en mi creciente adolescencia. La música ya era importante, e incluso vital, en mis tiempos de escolar, pero la llegada al insti trajo consigo una revolución que destartalaría mis -vistas hoy- incomprensibles inclinaciones musicales de tierno infante.

Entre profesores de aquellos que hicieron colorista la transición y con los que me unieron intereses musiqueros y algunas nuevas amistades, empecé a interesarme por algunos nombres que me sonaban a mitología griega hasta ese entonces, pero que pronto empezaron a formar parte de mi vida, muchos siguen presentes en estos días y han dejado marca en la trayectoria vital, y probablemente también personal, de un servidor.

Uno de aquellos nombre era el de Bob Dylan. En 1985 no se puede decir que los éxitos Dylanianos que se radiaban en las emisoras de FM de entonces fueran demasiados, apenas cuatro o cinco canciones, si la memoria no me falla.

Los viernes salíamos un grupo que se improvisó los primeros meses de instituto a beber cerveza en litronas (versión ochentera del actual botellón) al bilbaíno Parque de doña Casilda, que entonces estaba en obras. Entre cerveza y amores incipientes y dubitativos, se colaba una guitarra española vieja y desvencijada que tocaba un chico un poco mayor que nosotros. Hijo de un típico matrimonio hippy de la época, conocía varias canciones de Bob Dylan y sabía como tratar a la guitarra. Era habitual que nos sentáramos en un banco y le escuchásemos cantar algunas canciones que solía decorar con historias bastante difíciles de creer.


Su favorita, y la mía también, era "Sara" tema de un disco de una década atrás que de inmediato compré. Entonces ignoraba lo que la letra decía, pero comprendía la tristeza que anida entre las costuras de ese tema maravilloso y agónico, creo que nunca necesite conocer exáctamente el significado del texto para saber, una vez que escuché hasta la extenuación la versión original con que se cerraba aquella cassette de "Desire" que adquirí por 650 pts. y que aún conservo, que Dylan tenía el corazón roto y al tiempo pleno cuando dedicó aquella copla a quien amó durante años.

Fue por tanto "Desire", mi primer Dylan, y lo que es más importante, sigue siendo mi primer Dylan, claro, siempre lo será. Por eso cada vez que pincho (como esta mañana) este disco, sigo sintiendo esa sensación de aprendizaje, de incipiente conocimiento, vuelvo a sentir que se abre una puerta que antes no estaba allí, y una vez más, como entonces, siento curiosidad y ansia por atravesarla, como si no hubiese tenido ninguna experiencia con Dylan en todos estos años, como si el destino me diese una nueva oportunidad para volver a recorrer el sendero, como si yo fuese un Fausto del siglo XXI y Bob un Mefistófeles vagabundo, circense y errante, como aquél Dylan de la portada de "Desire".
Porque "Desire" es nómada, y artesano; la obra de un músico ambulante que busca la esencia de si mismo, la verdad escurridiza de un futuro, que Bob sabía mejor que nadie que era y siempre será incierto.

Y efectivamente, según avanzo en esta reseña que se ha convertido en una historia más del abuelo cebolleta que sé que soy, empiezo a entender que poco puedo aportar a descubrir nuevos sentidos y secretos a obras maestras como "Hurricante", "Joey", "Romance in Durango", "Oh sister", "Mozambique", "Black diamond bay", o la eterna y pasajera letanía de brisa de saber que es "One more cup of coffee".

El folk se vuelve íntimo y zingaro, con sabor a hoguera y plaza de aldea zarandeada por los aires del pasado, a plato escuálido de limosnas que se posa bajo las narices de los hombres y mujeres del mundo que han asistido a la belleza de la razón sin advertirlo.

Acordeones y violines, sonidos trashumantes y esa pócima de atemporalidad que hacen de "Desire" un disco especial de Bob Dylan, o al menos así lo es para mi.

¡Zorionak Bob!... y gracias.


Comentarios

  1. En mi caso fue mi segundo Bob Dylan, Addi, tras "Highway 61" y antes de "Street Legal". Lo tengo en CD y en vinilo, también lo tuve en casete grabada. Como tú, adoro "Sara" especialmente. Un discazo.

    Abrazos.

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    1. La cosa es que yo no recuerdo cual fue el segundo, pero creo que uno de los primeros, de los acústicos, tal vez Antoher side of Bob Dylan.
      Un abrazo.

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  2. ¡Abuelo Cebolleta dices...!, si contara mi experiencia con este "Desire" que me regaló mi mujer siendo novios, y voy a cumplir 41 años casado, ¡madre mía!. Dos apuntes para esta emotiva y excelente entrada: Jamás ha grabado Dylan ningún disco que tenga tanta y tan buenísima batería como en este "Desire". Este disco, como la gran mayoría de la producción de Dylan (hasta nuestros días), demuestra que el artista necesita de canciones largas para expresarse lo mejor que sabe.
    Abrazos,
    JdG

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    1. Eso son regalos y no las corbatas... Yo lo veo como un disco que no tiene equivalente en toda la obra de Dylan, es verdad que la base rítmica es muy especial, sutil y que actúa como el soporte de un sonido que al fin y al cabo deja la canción muy expuesta.
      Un abrazo Javier.

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  3. Amo este disco, uno de mis favoritos de Dylan. Me enamoré de él desde el primer instante. Abrazossss!!

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    1. Observo que este disco es importante para muchos de una edad similar, me parece curioso. También es de mis favoritos de siempre.
      Abrazos.

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