Frank - "Atlas" (2018)


Podríamos decir que "Atlas", el nuevo disco del cuarteto donostiarra Frank, es el resultado de un 'proceso lógico' de maduración musical al que la banda llega después de "My wild kingdom" (2014) y "The mud and the thirst" (2016).
Podríamos decirlo, y lo decimos de hecho. Pero yo creo que en realidad es algo más: da la sensación, tras escuchar más de una veintena de veces el disco, que en "Atlas" esa progresión se ha saltado algún paso de ese 'proceso lógico' al que hacía referencia. Es como si de golpe y porrazo entre su última intentona de 2016, y este nuevo cancionero, no hubiesen transcurrido dos años sino algunos más. 
La consolidación del sonido en este nuevo álbum es tan rotunda que no parece que falte ni sobre elemento alguno en el mismo. Tampoco es que el salto sea tal, que desbarate la imagen que del grupo todos teníamos, ni mucho menos, sigues reconociendo a Frank en cada una de las nuevas canciones, son ellos, no hay un cambio de registro ni de personalidad. Pero algo es diferente, una cualidad en el sonido, la melodía, la producción, los textos... en el conjunto en definitiva, como si hubiesen encontrado el Santo Grial de su sonido, cuya búsqueda iniciaron hace unos años. Afirmo esto porque lo aquí registrado suena joven y lozano, al tiempo que elaborado y maduro, lo que hace que la fórmula no solo mantenga el tipo sino que se intuye aún joven y con margen de cara al futuro.
Desde luego todo esto se consigue gracias a una serie de factores previos a la entrada en los estudios, es decir, gracias a una claridad de ideas a la hora de componer y escribir las canciones, clarividencia que continua en la programación de los pasos a seguir y por supuesto en el estudio, pues la producción, brillante, a cargo de Älvaro Turrión (quién se encarga también de las teclas) denota esa fe y confianza en lo que se pretendía, y finalmente, y sin ningún tipo de duda, se consigue.


He comentado por ahí, que el disco me suena más americano, y lo mantengo, no siendo esto ni un elogio ni lo contrario, por otra parte. La incursión de hammonds, pianos, vientos o violines, sin ser algo que defina el sonido, lo cierto es que lo enriquece, lo nutre de matices sin resultar cargante o excesivamente barroco (este adjetivo no es aplicable en modo alguno al sonido de Frank).
Me llegan ciertos acentos al tío Neil de "On the beach" o "Harvest moon", y da la sensación de que el disco es un poco menos folk, y un poco más rock.
Tal vez las guitarras eléctricas de Iñigo Bailador, que crecen ante las acústicas de Sara Comerón, sean responsables de este efecto, además el tratamiento eléctrico se hace más contundente y sabroso. La base rítmica cuenta con un tándem que ya ha demostrado su solvencia: Christian Rodriguez (bajo) y Andoni Etxebeste (batería) son claves en el pulso de los temas.
Pero es la voz de Sara la que se sitúa en el epicentro de todo, delicadeza, fraseo, timbre, emisión y un gusto exquisito, pero creo que por estos lares todos sabemos que trato de explicar, y cada cual lo percibe a su manera.
Y las canciones, claro, estas también crecen exponencialmente, resultando más sólidas y sin perder frescura, el disco es aceptado desde la primera escucha. Un tracklist excelente y variado.
Encontramos temas de fuerte pegada, como el single de lanzamiento "Total blackout" de encendido pálpito e indómitas guitarras.



En esta tónica, con más rock que folk, se desarrolla también "The necromancer", de excelente linea de bajo. Nos encontramos temas que se deslizan de modo sutil por un impulsivo pop melódico sin perder folk: "You can, you say" o "Captain, captain", más adherida al sonido "costa oeste", con unos ácidos teclados.
Susurrante, sugestiva y acústica: "Mysteries of a dream" y mística, elegíaca: "Atlas". Nos retrotraen indefectiblemente a Frías, al Castillo y al Vals con la incisiva, personal y extraordinaria versión de "This wheel's on fire" de The Band, tras la cual nos mecen en las bonitas estrofas de "9 acres", fronteriza y crepuscular.
Y en la recta final nos encontramos los momentos más especiales, cierran con un folk lírico, lento, acústico, que de repente se ve rasgado por la electricidad de la guitarra de Iñigo, de forma rotunda pero al tiempo acariciadora: "Veils".
Pero antes, dejan desprenderse de algún lugar del cosmos, una copla de esas que no son fáciles de describir, porque atesoran magia, encanto, dulzura... mejor la escuchan ustedes y me dejo de chachara, ¡ah! se titula "Liquid and stone".

 
Frank es una de las bandas del Vals, eso ya hace de ellos un grupo aparte, una debilidad, como todos los que en el verano de 2016 esparcieron su arte en el interior del castillo, y yo no tengo porqué eludir esa realidad. Pero les aseguro que Frank ha facturado un disco excepcional, hermoso, rotundo y emocionante, su mejor obra hasta la fecha, sin duda. no se lo pierdan.

Este disco se puede escuchar y adquirir en su bandcamp, en la tienda digital del grupo (pinchar), en las plataformas digitales habituales y en el FNAC de Donosti y Bilbo.

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