La resaca de Fred Derry...- Las paranoias de Addi.


Cuando Fred Derry abrió los ojos sintió que las pupilas ardían, los párpados al abrirse se quejaban con un ruido similar al crujir de un suelo centenario, con la carcoma dando voz a una madera que décadas atrás fue firme y muda.


Aquellos ojos arrasados dirigieron sus intereses hacia el despertador, las cifras verdes aparecían rodeadas de una especie de capa de agua flotante que no permitía la correcta visión de las mismas, incorporarse del catre para acceder a la hora con la complicidad de la cercanía ayudó, aún así necesitó parpadear un par de veces más, aleteos dolorosos y que casi provocan un desvanecimiento por exceso de esfuerzo en el destrozado cuerpo de Fred.


Era demasiado pronto, apenas cuatro horas de sueño calculó, al otro lado de la persiana el sol aún no habría impuesto su dictadura de luz, el mundo seguiría en tinieblas, como su cerebro, como su ánimo, las tinieblas que también habitaban aquella madrugada en un corazón abatido por el dolor y el arrepentimiento, aunque aún no era consciente del porque de esa sensación, no sabia muy bien porque estaba arrepentido, pero la desazón era profunda y parecía utilizar un estilete emponzoñado para atormentar una mente que empezaba a debatirse por recordar, sorteando los obstáculos que el  (mucho) alcohol de la noche pasada y el punzante dolor en el cuello ponían ante un mecanismo oxidado que intentaba hacer girar sus tripas chirriando y provocando una dentera cargada de sed.


Sin saber como, sus labios empezaron a deslizar entre el espeso barrizal de los dientes una melodía dulce y triste, ignoraba de donde llegó aquella bonita tonada pero se vió inmerso en su amargura, pues se trataba de una canción triste y reventona de desconsuelo, como un traje hecho a la medida para su estado anímico.



Poco a poco empezaron a llegar imágenes a su cerebro, luego frases, palabras...ruidos y finalmente la canción que se había presentado sin avisar entre la modorra de la resaca, recordaba a sus amigos en irremisible descontrol, risas y juegos, pero el no parecía participar, el vacío aumentaba.


Conexionar las palabras con las imágenes no fue tarea fácil, pero según se formaba la película de la tarde y la noche pasada, un peso iba creciendo en el estomago de Fred, primero aparecieron las nauseas y después el revoltijo en el vientre, un terremoto líquido que parecía que desataría el laberíntico recorrido del intestino provocando una especie de explosión, finalmente todo acabó siendo derramado in extremis por el inodoro.


Aquello calmó en parte la molestia corporal pero no la emocional, decidido a ahuyentar fantasmas nunca invitados ni mucho menos bienvenidos, decidió tumbarse en el sofá frente al televisor, los agujeros rectangulares de la persiana dibujaban incipientes rayitas de sol que se proyectaban contra el cheslong, en cuanto la luz se hiciese dueña de la mañana dominical todo empezará a verse de otra forma y su ánimo mejoraría.


Los noticiarios de la mañana repetían las mismas noticias en bucle, las mismas imágenes y los mismos goles de los mismos equipos (los de siempre), el zapping tampoco ofició de salvador y los escalofríos empezaron a sembrar dudas en torno a la duración exacta de aquél estado, tal vez unas horas más de sueño fuesen la solución.


Fred despertó acurrucado en el sofá, hacía calor y el dolor en la nuca continuaba, la ducha tonifico músculos y despegó de su epidermis un olor indefinido que combinaba aromas de sudor, cosméticos y alcohol.


El café fué demoledor para su estomago y lo llevo de nuevo a arrodillarse frente al váter, se observó la cara en el espejo del lavabo, la imagen le recordó a Dorian Grey, aterrado frente al retrato en el que se describía su propia putrefacción humana, aquél lienzo que le espiaba desde dentro de su cuerpo, expulsando la porquería de una vida equivocada, egoísta y fracasada...el espejo le avisaba de algo y le recriminaba una maldad...¿qué pasó anoche?

 
Al abrir las persianas un sol polvoriento se hizo dueño y señor del comedor, hirió los ojos enrojecidos de Fred y provocó urticaria en su barba de tres días que no había tenido redaños de afeitar tras la ducha. se sentó de espaldas a la ventana para observar la silueta de su testa dibujada en el mantel de hule, cuando se quiso dar cuenta la sombra de su cabeza había modificado su posición desfigurando su contorno ahora más estirado y lanzado contra la pared lateral...¿cuánto tiempo llevaba allí?, ¿porqué seguía ese pesar en el corazón?.


Finalmente sonó el teléfono, se escuchaba como dentro de una catacumba, o allí donde los guardianes del averno hacen terrible criba para la eternidad, es decir, en el bolsillo de su pantalón, lo rescató de allí a pesar del hedor que despedían, miró la pantalla...era Peggy Stephenson...las lágrimas arrasaron sus ojos escocidos, la lengua se volvió esponja y el estomago empezó a rumiar, las sienes casi dolían por el violento golpeteo de la sangre en estado de alerta contra ellas, de repente recordó, comprendió y aumentó su arrepentimiento...sólo acertó a decir, ciertamente aterrado, como una confesión ante el juez supremo: - Peggy, perdóname...



Comentarios

  1. Bonito final, Peggy muere asesinada y le devuelve la llamada, como si la máscara de Dorian Grey, tomando su terrible y definitiva forma, increpara al autor su atrocidad.
    Bien.
    Abrazos,
    JdG

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno estas son las cosas que se me ocurren a veces, que como soy un irresponsable voy y las escribo Javier.
      Un abrazo.

      Eliminar

Publicar un comentario