Ian Felice - "In the kingdom of dreams" (2017).


En los albores del año y con las listas definitivas de discos ya confeccionadas y soltadas al ciberespacio, aparecen esos discos que, por llegar a última hora, no han figurado en ellas, aunque no les faltan motivos -tras lo visto y escuchado- para merecer un sitio en las mismas.
Un ejemplo flagrante es el debut en solitario del hermano mediado de los Felice Brothers: Ian, titulado: "In the kingdom of dreams", y facturado en colaboración con su hermano mayor Simone en la batería, que además se encarga de la producción, y con el menor del clan: James, al teclado. Un trabajo que no puede dejar indiferente a ningún amante de los sonidos puros americanos.
La voz nasal de Ian se siente a sus anchas entre los sonidos acústicos y de enraizado cariz con que se ve arropada. Las melodías, emocionantes, nos muestran la realidad legendaria de los sonidos de crepúsculo, de pradera y soledades propias del género, recordando a los que hicieron de esta forma de hacer canciones una auténtica denominación de origen, imposible no recordar los temas acústicos de Bob Dylan, Neil Young, Pete Seeger, o incluso el Springsteen de "Nebraska"; sin olvidar artistas contemporáneos como Josh Ritter.


Las canciones se suceden limpias, creadas tras conocer el autor su inminente paternidad; sin presentar trabas gracias a la perfecta construcción de las mismas y a unos emotivos, tristes, evocadores textos; la fluidez y tradición se hacen fuertes en el deleite que siempre supone la escucha de hermosas e intensas canciones.
Y la experiencia, aunque conocida, se deja saborear desde el tema inicial, de título homónimo y que sienta las bases de lo que será el leit motive del álbum, un precioso tema con base de arpegios de acústica y teclas susurrantes, amén de una dosis de emotividad notable.
La triste y turbadora "Will I ever reach Ladero" nos recuerda al Boss más introvertido, y "21st century" se muestra con un mayor carácter social y con ese sonido metálico de las cuerdas.
Bonita y secular la balada: "In memorian"; mientras el piano toma el protagonismo en "Signs of spring".



Una mirada al interior, con la esencia folk de rojizos atardeceres en "Mt. Despairs"; y "Road to America" se torna más country y agitada. Densa y reflexiva, como un recitativo, "Water street" deja paso a "Ten to one", una copla netamente Dylaniana que supone uno de los momentos cumbres del álbum. Cierra este recorrido por la America proverbial el ceremonioso: "In the final reckoning", que cuenta con el acompañamiento casi único de un wurlitzer.
Los sonidos eternos, aquellos que nacieron para vislumbrar horizontes murientes -o nacientes-, para solazarse en noches interminables donde se mezcla la negrura más agorera con la esperanza más iridiscente, para rememorar o impacientarse ante el futuro; los sonidos del folk americano en definitiva; esos y no otros, son los que alumbran y oscurecen este magnífico cancionero, primero en solitario de Ian Felice.

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