Opera: "Il Trovatore", Ayer y hoy - No solo de rock vive el hombre.

Il Trovatore en la presente versión de El Liceu. Foto de la web de TVE.

Me gusta mucho recordar aquellos años de figurante de ópera. Primero porque era jovencísimo, y segundo porque en aquellos ensayos y representaciones se cimentó una afición y amor por un género, que perdura y que sé que jamás morirá en mi.
Repasando las fotografías, me detengo en las correspondientes al "Il Trovatore" de 1997. Inmediatamente viene a mi la imagen del último acto, con Leonora moribunda, abrazada en un intenso dúo de amor por Manrico: Ana Sanchez y Kristian Johansson respectivamente. El malvado Conde de Luna (Roberto Servile) aparecía en escena flanqueado por dos esbirros, uno de ellos yo, que se encargaban de arrancar al joven trovador de los brazos de su amada, para arrastrarle al infierno.
Lo cierto es que me tocó trabajar a destajo en aquellas inolvidables representaciones de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera), en el desaparecido Coliseo Albia. También acompañaba, escondidos en una embocadura trasera, al tenor en su triste despedida a su enamorada mientras el coro bilbaíno entonaba el miserere, imposible olvidarlo.
El coro de los gitanos y la cavernosa voz de la mezzo encargada de encarnar a Azucena: Elisabetta Fiorillo, también permanecen frescos en mis retinas y oídos.


Esto viene a cuento de la representación de la ópera verdiana que anoche pudimos ver en TVE. Una producción del Liceu y el Campoamor de Barcelona y Oviedo.
Toscanini decía que se precisaba para "Il Trovatore" de los cuatro mejores cantantes del mundo. Ayer no estaban en el escenario del Liceu, eso sin duda, pero tampoco estoy demasiado de acuerdo con el tiránico director italiano.
Me pareció irregular la representación vista ayer, con una puesta en escena obra de Joan Anton Rechi basada en "Los desastres de la guerra" de Goya, a quien se le ve como observador de algunos cuadros de la acción: no me parece que estas apariciones fantasmales del genio de Fuendetodos aporten nada a la acción en ningún sentido, pero bueno. Tampoco el atrezzo, basado en un montón de sillas que cambian la morfología de su montonera para formar elementos en entran en la acción me parece nada especial, una de esas puestas en escena con elegancia escénica pero que restan relieve a la acción.
Vestuario que hace hincapié en los colores típicos del pintor universal español, especialmente en Leonora, y una iluminación con efectos tenues.



Y vamos con el desigual elenco: el barítono George Petean suena sofocado y con unos agudos velados y abiertos, tiene problemas en su momento de gloria del segundo acto y en su inicial tour de force con Manrico. Éste en cambio si me convenció: Piero Pretti posee un timbre que se adapta bien a las necesidades del protagonista, confieso que en el tercer acto me esperaba una mejor prestación en la primera de sus dos arias, "Oh si ben mio" pero sonó excesivamente revolucionada, incomprensible decisión del director Daniele Callegari, que lastra en mi opinión el lirismo y exaltación romántica del momento; en cambio convence plenamente en el aria de "La pira", dotando al momento (realiza la versión de dos tramos y no transporta el do agudo) del desespero y heroísmo necesario y requerido.
Correcta Tamara Wilson en el terrorífico rol de Leonora, se la notó algo descontrolada en algún agudo, pero consiguió acertar en los graves y ofreció matices y un bonito instrumento.
Tal vez la más convincente fuese Marianne Cornetti, entregada y dotada de un timbre de mezzo, oscuro y potente que rellena las intrincadas emociones de la gitana.
Correcto Carlo Colombara como Ferrando, hilo conductor entre el pasado y el presente; y desigual la orquesta dirigida por Callegari, muy bien el coro del Liceu.



Maravillosa partitura, título icónico y favorito personal, esta ópera es terrorífica y pocas veces se ha grabado con absoluto éxito, no existiendo bajo mi punto de vista ninguna toma de referencia.
Por destacar alguna, por si a alguien puede interesarle la opinión de un servidor, destacaremos dos de estudio que cuentan ambas, con el excepcional Manrico de Plácido Domingo, perfecto de timbre, estilo y fraseo, pero justo en los agudos.
La primera dirigida por Zubin Mehta, con la Leonora de referencia de Leontyne Price (que inmensa soprano verdiana fue la norteamericana), Fiorenza Cossotto (otra) y Sherrill Millnes.
La segunda, con mejor y más idónea dirección de Carlo Maria Giulini (tal vez la mejor lectura orquestal que tenemos registrada): en esta, a un Domingo más maduro y centrado, pero con las mismas tiranteces en los agudos, le acompaña un elenco menos inspirado: empezando por la portentosa voz, casi siempre mal administrada de la inglesa Rosalinde Plowright, la Azucena excesivamente septentrional de Brigitte Fassbaender y Giorgio Zancanaro como el conde.
Tal vez las mejores opciones las tengamos en grabaciones piratas, lo que en el rock se llama bootleg.
Empezando por la mítica grabación de 1962 en Salzsburg, con Herbert Von Karajan dirigiendo la Filarmónica de Viena, que contó con el inspirado y, esta vez si, seguro y arrasador Manrico de Franco Corelli, la Leonora nuevamente perfecta de la Price, la mejor Azucena existente a cargo de la legendaria Giuletta Simionato y el imponente vocalmente Conde de Ettore Bastianini. La dirección imapactante y de tremendo nervio del genio austriaco hace palidecer casi todas las intentonas por parte de sus colegas.



Añadiré otra toma en vivo si me lo permiten, por ser en mi humilde opinión excelente también. Esta vez el director de gran oficio Gianandrea Gavazzeni presenta en La Scala de Milan su muy italiana y verdiana lectura con las voces de la correcta Gabriela Tucci, de nuevo la excelente Giuletta Simionato, el verdiano y entregado conde del siempre grande Piero Capuccilli y el Manrico sin igual, insuperable de musicalidad, elegancia, dominio del arte de canto impuesto por el maestro de Le Roncole, siempre fiel al legato y perfecto en la afinación, aunque de timbre más seco, el gran Carlo Bergonzi (tenor verdiano sin rival durante décadas, y ahí seguimos)
Ya pueden perdonar la perorata, pero me he despertado con la escena final del Trovatore en la cabeza... y los recuerdos, y que es verano... Y que no solo de rock vive el hombre.

Comentarios

  1. A mí también me gusta la ópera. No tengo tus conocimientos pero noto la piel de gallina cuando la interpretan buenos cantantes y por eso me guio. Esta versión del Liceo no pasó de algo agradable pero poco emocionante. Todo lo contrario que sucede cuando escuchas (por ejemplo) a Plácido Domingo cantar.

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    1. Me pareció una representación fría. El calor lo dió la mezzo y ocasionalmente el tenor. Admitiendo que la partitura es terrible, y que es una de las óperas más exigentes del repertorio italiano, la música ayuda mucho.
      La ópera es maravillosa. yo tuve la enorme suerte de conocerla desde dentro, desde el escenario y encima del foso, conocer a multitud de cantantes, directores y escenógrafos, aprendí mucho y sigo aprendiendo de los que realmente saben.
      No abandones la ópera, es un mundo aparte y cada cual lo disfruta como entiende, y con el tiempo vamos aprendiendo, todos josanpero.
      Plácido es uno de los más grandes a pesar de sus eternos problemas con los agudos.
      Abrazos.

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