Busco estrella para bautizar, otro ocho de julio...


Nunca supe a ciencia cierta si es verdad aquello de bautizar a una estrella. Lo he visto en alguna película ñoña de amor, una de esas que escuchas mientras dormitas la comida en el sofá, algún domingo.
Si es cierto, me gustaría pasar la noche con tu recuerdo, mirar al cielo con tu aliento fantasmal volviendo a mi cuello, y elegir una, y ponerle tu nombre,
Como es ocho de julio, no puedo evitar encontrar en el recuerdo consuelo y pena. Hace años pensaba que se convertiría en una tradición este sentirme así, pero no.
Las tradiciones dejan de importar y no se hacen sentir en el alma. Terminan siendo ritos que afectan a la costumbre insensible de la rutina y un poco -y solo en algunos-, al sentimentalismo. Esto es otra cosa: peor, mejor...
El ocho de julio es el día que salgo de mi 'yo' actual. El día que buceo en el pasado, cuando otro 'yo' era el que soñaba con un mañana que no tiene nada que ver con el hoy, no estás tú, no está aquél 'yo'.
Recuerdo mirarme en el espejo del baño, en aquella casa de la que huí, y a la que no quiero volver. Recuero ver a mi 'yo' de entonces salir de mi. Observarlo con el rostro decrépito, como una imagen falaz y nebulosa se alejaba perdiéndose en el cielo de la pared que tu pintaste de beige.
Hoy, me observo en el espejo del baño de mi actual hogar, y solo los contornos parecen coincidir con la imagen con la que aquel pequeño espejo sobre fondo beige me amenazaba entonces. Pero ni la luz de los ojos, antes de que el 'yo' primigenio huyese del naufragio, ni la amplitud de la sonrisa, muy común aquellos días de vagar por la cuidad principeándo nuestras siluetas, altivos, como si el asfalto se convirtiese en jardín a nuestros pasos... tampoco la sonrisa es la misma.
Tu estás bien, eso lo sé, y me alegra. Otras cosas me entristecen, pero esa no. La culpa es una jugadora que apuesta fuerte, y le gusta ganar. Pero es generosa y se encarga de que pierda más de uno, así se lleva los sueños e ilusiones mientras administra su legado de miseria y dolor, de reproches y rencor, entre varios.
Yo no tengo rencor, ni reproches -salvo a mi mismo, y a aquél 'yo' traidor que me dejó en la estacada del hambre-, miseria creo que tampoco, mi actual 'yo' se ha vuelto fuerte y empieza a parecerse a aquél. Pero dolor si, no hay narcótico para el ocho de julio, ni tampoco somníferos... de todas maneras, hay noches que no son para dormir.
Ojalá supiese escribir una buena canción: para cantar aquellos tiempos, aquellas mañanas de domingo que se prolongaban hasta el mediodía en un paraíso de un metro cincuenta de envergadura. Pero no sé, mi otro 'yo' igual si sabía, pero este no.
O si por lo menos fuese capaz de componer un soneto: intentaría describir tu rostro dormido sobre la almohada, la sonrisa enigmática pero explicativa de tu boca hacedora de milagros, tus mejillas brillando cual luna de abril, acariciadas y bendecidas por la luz eléctrica que se colaba por la ventana del saloncito, pero tampoco sé.
Pero puedo hacer sonar, una vez tras otra, nuestra canción, en bucle... ¿te acuerdas?: si, sé que te acuerdas.



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